Aunque sientas el cansancio; aunque el triunfo te abandone; aunque un error te lastime; aunque un negocio se quiebre; aunque una traición te hiera; aunque una ilusión se apague; aunque el dolor queme los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos; aunque la ingratitud sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa; aunque todo parezca nada; ¡VUELVE A EMPEZAR!

De oídoDe oído

Autor: Carlos G. Vallés



Dos amigos pasean juntos por una calle de una gran ciudad. Los envuelve el ruido multiforme de la ciudad moderna.


Los dos amigos son diferentes y se nota en su andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad, criatura del asfalto, ciudadano del marco. El otro es un yogui hindú. Está de visita. Lleva ropas anaranjadas y mirada inocente. Anda con los pies descalzos que se apresuran para seguir a su amigo.


De repente el yogui se para, toma del brazo a su amigo y le dice:
- Escucha, está cantando un pájaro. El amigo alemán le contesta:
- No digas tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas. Y sigue adelante.
Al cabo de un rato el yogui disimuladamente deja caer una moneda sobre el pavimento. El amigo se detiene y le dice: - Espera. Se ha caído algo. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el adoquín.


- Tus oídos están afinados al dinero, y eso es lo que oyen. Basta el mínimo ruido de una moneda sobre el asfalto, para que lo oigas y se paren tus pies. Estás a tono con el dinero, y eso es lo que oyen tus oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. Oímos lo que queremos. En cambio estás desafinando ante los sonidos de la naturaleza. Tienes muy buen oído, pero estás sordo. Y no sólo de oído, sino de todo.

Estás cerrado a la belleza y a la alegría y a los colores del día y a los sonidos del aire. Andas desafinado. El pájaro sí había cantado.

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