
El Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que hemos recibido" (Rm. 5,5). "El cual ora en nosotros con gemidos inefables" (Rm. 8:26)"
Cuán ávido estaba, así mismo, el Espíritu Santo, el alma del amor divino, de morar dentro de las criaturas humanas; de quererlas, de avasallarlas, de arrebatarlas en la intimidad de Sí mismo, y de derretirlas al contacto de sus dones que queman; ampliando, de este modo, su campo de acción, su vaivén de Amor; ya que, convertido en “paloma mensajera”, traería al corazón de los hombres el suave, el incesante murmullo del Corazón Paterno: “te amo, hijo mío, te amo”, y llevaría al Padre de vuelta -¿quién lo dudaría?– el constantemente respondido grito de los hijos:
“nosotros también, Padre, Te queremos mucho, y deseamos complacerte”
Pbr. Antonio Lootens Impens
Cuán ávido estaba, así mismo, el Espíritu Santo, el alma del amor divino, de morar dentro de las criaturas humanas; de quererlas, de avasallarlas, de arrebatarlas en la intimidad de Sí mismo, y de derretirlas al contacto de sus dones que queman; ampliando, de este modo, su campo de acción, su vaivén de Amor; ya que, convertido en “paloma mensajera”, traería al corazón de los hombres el suave, el incesante murmullo del Corazón Paterno: “te amo, hijo mío, te amo”, y llevaría al Padre de vuelta -¿quién lo dudaría?– el constantemente respondido grito de los hijos:
“nosotros también, Padre, Te queremos mucho, y deseamos complacerte”
Pbr. Antonio Lootens Impens
No hay comentarios:
Publicar un comentario