
Como una madre amorosamente prepara la cuna del infante a quien va a dar luz, y se esfuerza por hacerla, no sólo mullida y cómoda sino también graciosa y alegre, así había Dios Padre adornado el Edén, la cuna del hombre; y lo había enriquecido con todo cuanto podía contribuir al bien y a la dicha de sus criaturas, para que a los hijos primogénitos, con miles de detalles, hablaría del rebosante Amor Paterno. Y, conociendo como nadie los gustos y caprichos de sus hijos, de tal manera había dispuesto los detalles que, al darse cuenta, se vieran obligados a exclamar: “¡Qué bueno es nuestro padre, ha leído nuestros pensamientos, ha adivinado nuestros gustos!”…
¡Cómo ansiaba el Padre que, salidos puros y hermosos de sus manos divinas, esos hijos terrenales fuesen las voces, los cantores y poetas de la creación! ¡Que hiciesen de su alma un Tabernáculo y de su corazón un Altar, en donde ofrecer a su Creador el gozo y el encanto de su inocencia y la sinceridad de un amor, tejido de docilidad! ¡Cómo calculaba por sus adentros: “Con cada árbol que da sus frutos, mis hijos Me notarán, con cada pájaro que canta, Me oirán, y con cada flor que brota, Me verán!… Cada latir de su corazón les dirá: Dios me ama; y todo cuanto reverdece y florece les susurrará: Dios me quiere; y el aire del atardecer, les parecerá una caricia Mía. Con cada unos de estos obsequios, y con cada una de estas palabras mías sin palabras comprenderán: ¡cuánto estoy enamorado de ellos y lo mucho que les quiere! Y se dirán: Tengo la alegría de vivir: me la da Dios con su cielo azul. Tengo la alegría de sentirme vivo: me la da Dios con su tarde silenciosa en medio de las flores. Tengo la alegría de agradecer, me la da Dios con su arco iris de milagrosos colores. Tengo la alegría de contar con Dios, me la da Dios quien me lo ha dado todo…”
Pbr. Antonio Lootens Impe
¡Cómo ansiaba el Padre que, salidos puros y hermosos de sus manos divinas, esos hijos terrenales fuesen las voces, los cantores y poetas de la creación! ¡Que hiciesen de su alma un Tabernáculo y de su corazón un Altar, en donde ofrecer a su Creador el gozo y el encanto de su inocencia y la sinceridad de un amor, tejido de docilidad! ¡Cómo calculaba por sus adentros: “Con cada árbol que da sus frutos, mis hijos Me notarán, con cada pájaro que canta, Me oirán, y con cada flor que brota, Me verán!… Cada latir de su corazón les dirá: Dios me ama; y todo cuanto reverdece y florece les susurrará: Dios me quiere; y el aire del atardecer, les parecerá una caricia Mía. Con cada unos de estos obsequios, y con cada una de estas palabras mías sin palabras comprenderán: ¡cuánto estoy enamorado de ellos y lo mucho que les quiere! Y se dirán: Tengo la alegría de vivir: me la da Dios con su cielo azul. Tengo la alegría de sentirme vivo: me la da Dios con su tarde silenciosa en medio de las flores. Tengo la alegría de agradecer, me la da Dios con su arco iris de milagrosos colores. Tengo la alegría de contar con Dios, me la da Dios quien me lo ha dado todo…”
Pbr. Antonio Lootens Impe
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