Aunque sientas el cansancio; aunque el triunfo te abandone; aunque un error te lastime; aunque un negocio se quiebre; aunque una traición te hiera; aunque una ilusión se apague; aunque el dolor queme los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos; aunque la ingratitud sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa; aunque todo parezca nada; ¡VUELVE A EMPEZAR!

no llores si me amas

¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oir el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver con tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si pudieras, por un instante, contemplar como yo la belleza ante la cual los astros palidecen!

Créeme: cuando la muerte venga a romper tus ligaduras como ha roto las mías, y,
cuando un día que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en el que te he precedido,
ese día volverás a verme y encontrarás mi corazón que te amó y te sigue amando, con todas las ternuras purificadas.
Volverás a verme, pero transfigurado y feliz, avanzando contigo por los senderos
nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.

San Agustín

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