Aunque sientas el cansancio; aunque el triunfo te abandone; aunque un error te lastime; aunque un negocio se quiebre; aunque una traición te hiera; aunque una ilusión se apague; aunque el dolor queme los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos; aunque la ingratitud sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa; aunque todo parezca nada; ¡VUELVE A EMPEZAR!

DIOS NUNCA LLEGA TARDE





Una vez un amigo mío tenía urgente necesidad de obtener ciento cincuenta dólares.



En aquella época vivíamos en una aldea ribereña china y las lanchas no hacían el servicio los días sábado y domingo. Ya era sábado y necesitaba el dinero para el día lunes. Oró a Dios y sintió seguridad de que el dinero llegaría el lunes.



Al salir a predicar el Evangelio se encontró con la persona que limpiaba los vidrios de su casa, quien le recordó que le debía un dólar por un trabajo efectuado. De manera que le pagó, y se quedó tan sólo con un dólar en el bolsillo.



Un poco más adelante se encontró con un mendigo quien le pidió una limosna. El último dólar que le quedaba le parecía muy precioso, pero sintió que se lo debía dar al mendigo.



Al salir el dólar de su bolsillo, el Señor entró. Se sintió muy feliz sin tener en qué o en quién confiar, sino sólo en Dios. Volvió a su casa y durmió en forma muy apacible.



El domingo estuvo muy ocupado como siempre en el servicio de Dios. Llegó el lunes y le llegaron los ciento cincuenta dólares por vía telegráfica, a pesar de ser éste un medio muy costoso para transferir dinero.


Quizá Dios no llegue temprano, pero nunca llega tarde.

Siempre está perfectamente a horario.

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