Aunque sientas el cansancio; aunque el triunfo te abandone; aunque un error te lastime; aunque un negocio se quiebre; aunque una traición te hiera; aunque una ilusión se apague; aunque el dolor queme los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos; aunque la ingratitud sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa; aunque todo parezca nada; ¡VUELVE A EMPEZAR!

¿Por qué es tan difícil la felicidad?

¿Por qué es tan difícil la felicidad? Porque la esperamos...


Observen y veréis: esperáis encontrar el gran amor, esperáis encontrar el éxito, esperáis la fortuna, la gloria, y si no vienen, os sentís desgraciados. Algunos incluso van a consultar a clarividentes, a astrólogos que les dicen: "Pues si, el amor vendrá, el éxito llegará. Dentro de seis meses, de un año, cuando tenga lugar determinado tránsito de planetas, o tal conjunción, ya verán, todo cambiará". Y de este modo, se tranquilizan, recobran la esperanza y siguen aguardando.


Pues bien, la felicidad no es algo que dependa del exterior. La felicidad es un estado de conciencia que depende de nuestra correcta comprensión de las cosas. No hay que imaginarse que hemos venido a la tierra para vivir rodeados de facilidades, de placeres y en la abundancia. Hemos venido a la tierra para aprender y para perfeccionarnos. Pero, ¿cómo perfeccionarnos sin tener cada día nuevos problemas que resolver? Es necesario que esto quede bien claro: la tierra es una escuela y, como en todas las escuelas, tan sólo aquellos que aprenden y progresan pueden ser felices. Así pues, no esperen que la felicidad llegue del exterior bajo la forma de encuentros o de condiciones favorables. La felicidad real, definitiva, sólo puede venir de nosotros mismos, de nuestra manera de considerar las cosas.


Hagan una comprobación: interroguen a las personas que poseen algunas de las ventajas materiales con las que vosotros tanto sueñan, y os confesarán que no son tan felices. Y si lo son, se debe a que ya poseen en su corazón y en su alma, elementos que les permiten apreciar su situación, y por lo tanto se sentirían igualmente felices en situaciones no tan envidiables. Por otra parte, muchas veces hemos podido constatar que no todos aquellos que se encuentran en una misma situación, reaccionan de la misma forma.


Tomemos un ejemplo totalmente banal de la vida cotidiana: un embotellamiento. Observen la reacción de los automovilistas: uno se pone nervioso, toca la bocina e injuria a sus vecinos; otro, lee el periódico o escucha la radio; otro, charla con su acompañante, o la abraza si es su amada. Por último, otro -aunque mucho más raro- aprovecha este momento de espera para relajarse, armonizarse, concentrarse en sí mismo, unirse al Cielo y proyectar su amor y su luz a todos los seres de la tierra.


Lo mismo ocurre en la mayoría de las circunstancias de la vida. Es, pues, en nuestra cabeza donde hay que hacer los reajustes... Nuestro pensamiento es el que actúa sobre nuestros estados de conciencia. Con un buen razonamiento, con una buena filosofía, podemos llegar a ser los dueños de nuestra felicidad. Y así, mientras los demás se enfadan, consumen y corrompen a cuantos están a su alrededor, vosotros, por el contrario, os fortalecéis, os enriquecéis y gracias a vuestras experiencias podrán después ayudar a los que os rodean con vuestros consejos, con vuestra actitud, con vuestra irradiación, e incluso, a veces, con vuestra sola presencia: con la fuerza, la luz y la paz que emanarán de vosotros.


Que quede pues muy claro: no esperen pasivamente que la felicidad os llegue del exterior. Por el contrario, sois vosotros los que debéis actuar y aplicar los métodos que permitirán transformar las penas en alegrías, los fracasos en éxitos.


Omraam Mikhaël Aïvanhov

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