Aunque sientas el cansancio; aunque el triunfo te abandone; aunque un error te lastime; aunque un negocio se quiebre; aunque una traición te hiera; aunque una ilusión se apague; aunque el dolor queme los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos; aunque la ingratitud sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa; aunque todo parezca nada; ¡VUELVE A EMPEZAR!

ENFRENTANDO LA MUERTE SIN TEMOR



Todos nosotros en algún momento, quizás después del fallecimiento de un amigo o de un ser amado, hemos sentido esa opresión en el corazón, ese sentimiento de soledad que nos agobia, al advertir dolorosamente que la vida tiene fin.


En un asunto tan importante, que apela tanto a nuestras emociones, nos preguntamos: ¿dónde podemos aprender la verdad acerca de lo que pasa cuando morimos? Afortunadamente, parte de la misión de Cristo en la tierra fue "librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre" (Hebreos 2:15). Y en las Sagradas Escrituras, Jesús presenta mensajes de aliento y contesta claramente todas nuestras preguntas sobre la muerte, la resurrección y la vida futura.

¿QUÉ PASA CUANDO UNA PERSONA MUERE?


Al morir, tiene lugar el proceso inverso que ocurrió en la creación, como se describe en Génesis 2:7:
"Y el POLVO vuelva a la tierra, como era, y el ESPÍRITU (aliento de vida) vuelva a Dios que lo dio". -- Eclesiastés 12:7.


A menudo la Biblia usa las palabras hebreas "aliento" y "espíritu" en forma intercambiable. Cuando la gente muere, su cuerpo se hace "polvo" y el "espíritu" o "aliento de vida" vuelve a Dios, su fuente. ¿Pero qué ocurre con el alma?


"Vivo yo, dice Jehová el SEÑOR, ...he aquí todas PELAS ALMAS SON MÍAS; ...EL ALMA QUE CARE, ESA MORIRÁ". -- Ezequiel 18:3-4.


¡El alma muere! No es inmortal. Puede perecer. Los dos pasajes bíblicos anteriores muestran que la ecuación que se deriva de Génesis 2:7, cuando Dios nos hizo, se revierte en el momento de la muerte.


"Polvo de la tierra" - "Aliento de vida" = "Un alma muerta"
Cuerpo sin - Aliento de Dios = Un ser muerto


La muerte es la cesación de la vida, la supresión total de las actividades del espíritu, el alma y el cuerpo. El cuerpo se desintegra y se convierte en polvo, y el aliento o espíritu vuelve a Dios. En vida somos seres vivientes, un alma viviente; pero al morir, somos meramente un cadáver, un alma muerta. Cuando Dios recibe el aliento de vida que nos dio, nuestra alma muere.

¿CUÁNTO SABE UNA PERSONA MUERTA?


Después de la muerte, el cerebro se desintegra: no puede conocer, comprender o recordar nada. Todas las emociones cesan.


"Su amor, y su odio y su envidia fenecieron ya". -- Eclesiastés 9:6.


Los muertos no son conscientes en absoluto de lo que ocurre en la tierra. No tienen el menor contacto con los vivos:
"Porque los que viven saben que han de morir, mas los muertos nada saben... porque su memoria es puesta en olvido". -- Eclesiastés 9:5.


La muerte es como un sueño en el cual no se sueña nada. En efecto, la Biblia llama a la muerte "un sueño" 54 veces. Jesús también enseñó a sus discípulos que la muerte es un sueño, cuando dijo:


"Nuestro amigo LÁZARO DUERME; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: LÁZARO HA MUERTO". -- S. Juan 11:11-14.


Cuando Jesús llegó, hacía cuatro días que Lázaro había muerto. Al acercarse a la tumba probó que para Dios es tan fácil levantar a un muerto como para nosotros despertar a un compañero que duerme.


Es muy consolador saber que nuestros amados que han muerto están "durmiendo", descansando serenamente en Jesús. El túnel de la muerte es un sueño tranquilo y pacífico.

¿SE OLVIDA DIOS DE LOS QUE DUERMEN EL SUEÑO DE LA MUERTE?


La muerte es un sueño, pero no es el fin de la historia. Junto a la tumba de Lázaro, Jesús le dijo a Marta, su hermana:


"YO SOY LA RESURRECCIÓN y la vida; EL QUE CREE EN MÍ, aunque esté muerto, VIVIRÁ". -- S. Juan 11:25.


Los que mueren "en Cristo" duermen en la tumba, pero les aguarda un brillante futuro. Aquel que sabe cuántos cabellos tenemos y que nos guarda en la palma de su mano, no nos olvidará. Podemos morir y volver al polvo de la tierra, pero el registro de nuestra individualidad permanece claro en la mente de Dios. Y cuando Jesús regrese despertará a los justos de su sueño, tan cierta y complemente como resucitó a Lázaro.


"Tampoco queremos... que ignoréis acerca de LOS QUE DUERMEN, PARA PARA QUE NO OS ENTRISTEZCÁIS COMO LOS OTROS QUE NO TIENEN ESPERANZA... Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y LOS MUERTOS EN CRISTO RESUCITARÁN PRIMERO. Luego nosotros LOS QUE VIVIMOS, los que hayamos quedado, SEREMOS ARREBATADOS JUNTAMENTE CON ELLOS en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. POR TANTO, ALENTAOS LOS UNOS A LOS OTROS CON ESTAS PALABRAS". -- 1 Tesalonicenses 4:13, 16-18.


En el día de la resurrección, el túnel de la muerte parecerá como un breve descanso. Los muertos no son conscientes del transcurso del tiempo. Aquellos que han aceptado a Cristo como su Salvador, serán despertados de su sueño por la maravillosa voz de Jesús que desciende a la tierra.


La esperanza de la resurrección viene acompañada con la esperanza de vivir en el cielo donde Dios "limpiará toda lágrima de los ojos de ellos, y la muerte no será más. Y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor" (Apocalipsis 21:4). Los que aman a Dios no tendrán temor a la muerte. Más allá de ella está la vida eterna con Dios. Jesús tiene "las llaves de la muerte (Apocalipsis 1:18). Sin Cristo, la muerte sería un camino en una sola dirección, que termina en el olvido. Con Cristo hay esperanza: una luminosa y radiante esperanza.

¿SOMOS INMORTALES AHORA?


Dios creó a Adán y Eva mortales, es decir, sujetos a muerte. Pero tenían que permanecer obedientes a la voluntad de Dios para no morir nunca. Cuando pecaron, perdieron su derecho a la vida y por su desobediencia se convirtieron en súbditos de la muerte. Su pecado infectó a toda la raza humana (Romanos 5:12).


Las Sagradas Escrituras nunca describen el alma como inmortal, es decir, no sujeta a muerte. Las palabras hebreas y griegas para "alma", "espíritu" y "aliento" aparecen 1.700 veces en la Biblia y ni aparecen 1.700 veces en la Biblia y ni siquiera una vez se indica que el alma, el espíritu o el aliento sean eternos o inmortales. Solamente Dios posee inmortalidad.


"Dios... ES EL ÚNICO INMORTAL". -- 2 Timoteo 6:15-16.


La Escritura muestra claramente que en esta vida los seres humanos son mortales, sujetos a muerte. Pero cuando Jesús vuelva, nuestra naturaleza experimentará un cambio radical.


"He aquí, os digo un misterio: NO TODOS DORMIREMOS, PERO TODOS SEREMOS TRANSFORMADOS, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, A LA FINAL TROMPETA; porque se tocará la trompeta, y LOS MUERTOS SERÁN RESUCITADOS incorruptibles, Y NOSOTROS SEREMOS TRANSFORMADOS. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y ESTO MORTAL SE VISTA DE INMORTALIDAD. Y... entonces se cumplirá la palabra que está escrita: SORBIDA ES LA MUERTE EN VICTORIA". -- 1 Corintios 15:51-54.


Como seres humanos, ahora no somos inmortales. Pero la certeza del cristiano es que obtendrá la inmortalidad cuando Jesús venga por segunda vez. La promesa de la inmortalidad se aseguró cuando Jesús salió de la tumba y:
"ABOLIÓ LA MUERTE, Y SACÓ A LA LUZ LA VIDA Y LA INMORTALIDAD por medio del evangelio". -- 2 Timoteo 1:10, Nueva Reina Valera 1990.


Según la perspectiva de Dios, el destino para el ser humano es bien claro: la muerte eterna para quienes rechazan a Cristo y se aferran a sus pecados, o la inmortalidad como un regalo cuando Jesús venga a buscar a aquellos que lo aceptaron como su Señor y Salvador.

ENFRENTANDO LA MUERTE SIN TEMOR


La muerte nos priva de casi todo. Solamente una cosa no puede tomar, y es Cristo. Y Cristo puede poner cada cosa en su lugar otra vez. La muerte no se enseñoreará de este mundo para siempre. Satanás, el mal, la muerte y el sepulcro perecerán en "el lago de fuego", que es "la muerte segunda" (Apocalipsis 20:14).


He aquí cuatro sugerencias valiosas para enfrentar la muerte sin temor:
a) Viva una vida de confianza esperanzada en Cristo, y usted estará preparado para la muerte en cualquier momento.
b) Mediante el poder del Espíritu Santo sea obediente a los mandamientos de Cristo. Así estará preparado para una segunda vida, en la cual no morirá.
c) Piense en la muerte como en un corto sueño del cual lo despertará la voz de Jesús cuando regrese.
d) Abrigue la certeza que nos da Jesús en cuanto a un hogar celestial con él por toda la eternidad.


La verdad bíblica releva a una persona del temor de la muerte porque revela a Jesús, el Único al que la muerte no pudo retener. Cuando Jesús llega a nuestra vida, inunda nuestro corazón de paz:


"La paz os dejo, mi paz os doy... No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo". -- S. Juan 14:27.


Jesús también hace posible que hagamos frente a la tragedia de la pérdida de un ser amado porque él mismo pasó por "el valle de sombra de muerte". Él conoce las noches oscuras que nos toca atravesar. Él murió y resucitó de la tumba para darnos una sólida esperanza.


"Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir POR MEDIO DE LA MUERTE al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y LIBRAR A TODOS LOS QUE ESTABAN DURANTE TODA LA VIDA SUJETOS A SERVIDUMBRE". -- Hebreos 2:14-15.


El Dr. James Simpson, el gran médico que inventó la anestesia, experimentó una pérdida terrible cuando su hijo mayor falleció. Sufrió profundamente como cualquier padre hubiera sufrido. Pero en esas circunstancias encontró el camino a la esperanza. En la tumba de su amado hijo erigió un pequeño obelisco en el que esculpió estas palabras: "He aquí que vivo".


Eso dice todo. A veces las tragedias personales parecen oscurecer el cielo; no obstante, ¡Jesús vive! Nuestros corazones pueden estar quebrantados, pero ¡Jesús vive!


En Jesús tenemos la esperanza de la vida después de la muerte. Él es "la resurrección y la vida" (S. Juan 4:19). Nuestra única esperanza después de la muerte. Y cuando Cristo vuelva, nos dará inmortalidad. Nunca más viviremos otra vez bajo la sombra de la muerte, porque tendremos vida eterna.


¿Ha descubierto usted la gran esperanza que podemos acariciar en nuestros momentos más oscuros? Si nunca ha aceptado a Jesús como su Salvador, ¿no quiere hacerlo ahora?

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